Naranjo el fuego de la buganvilia;
la aurora intimida a la margarita;
llora el sauce y el río se imagina
la carcajada gris que no concilia
la boca poeta en un pedaleo.
El cactus medita bajo la espina
húmedo el secreto aterciopelado
que en tragedia negociaría el Baco
a fuego lento para el que se anima
ya abierto el ojo es de nuevo excitable.
Blanca la espuma de la buganvilia
trepando la palmera a borbotones
desafía el camino que recorre
la cascada en su constante vigilia
sin ánimos de no morir bailando.
sábado, 6 de septiembre de 2008
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