miércoles, 13 de agosto de 2008

Diálogos con Chiquitita

YO: Me han dicho que te has estado portando mal, Chiquitita. ¡Qué dices a eso, ah?
CHIQUITITA: Así como mal, mal, mal…mmm. No
YO: ¡Mientes! Déjame decirte que ya me da suficiente lata aleccionarte por tu comportamiento como para tener que venir, además, a desenmascararte en la mentira.
CH: Pero si no estoy mintiendo mintiendo.
YO: Bueno. En ese caso, en honor a la verdad verdad, exijo que me digas qué has hecho. Tiene que prevalecer la verdad en nuestra relación, Chiquitita. De otra forma no vamos a hacer ningún avance en esto.
CH: No VAS a hacer ningún avance, querrás decir.
YO: Sí, correcto. No VOY a hacer ningún avance.
CH: ¿En qué?
YO: En ‘esto’, que no es de tu incumbencia. Además, si se lo quisiera explicar a una inteligencia tan pueril como la tuya me sería imposible. Las razones que tengo para decir que hay un área de mi vida en la que hago avances se encuentran en lo más complejo de mi existencia. Ni toda la filosofía del mundo dará nunca una pizca de luz acerca de este asunto. Es, Chiquitita, el misterio mismo que subyace toda ética; como un factum del bien. Porque el problema es que hay que comportarse de alguna manera. No se puede pasar por la vida sin hacer nada: eso sería como ni siquiera haber pasado por ésta. Y siendo así, sumado al hecho de que estamos despiertos a nuestro pasar, más despiertos que algunos vecinos, sucede que somos críticos frente a lo que hacemos. No hay un parámetro real para usar de base a la crítica. O sí. Eso no se si sea lo importante mi querida Chiquitita. Pero, te pregunto ¿no te das cuenta tu de que hay que portarse de una determinada manera todo el rato?
CH: Doyme cuenta. Pero para qué me preocupo de eso si te tengo a ti a cada rato diciéndome qué tengo qué hacer.
YO: Pero ese no es mi problema.
CH: De más que no. Ese es mi problema. Déjame decirte que no eres nada de lindo cuando te pones con esa mano en la espalda baja y la otra apuntándome como en este sector más o menos- haciendo un pequeño circulito con su dedo en el sector de su nariz-, inclinas el tronco unos grados para que te tome en contrapicado y comienzas con tus sermones lateros.
YO: ¿Sermones lateros? ¿Tú crees que todo lo que yo hago por ti es para mi muy divertido acaso? Si tú no fueras esta pequeña malcriada, y te comportaras como dios manda, no tendría que hacer todo este esfuerzo por mantenerte encarrilada; esfuerzo que sí, es cierto, incluye darte largos sermones. Pero el contenido de estos sermones no es gratuito, y el hecho de que los haga ya te lo traté de explicar. Me he dado la lata de pensar una y otra vez los asuntos de cómo debo hacer que crezcas; noches enteras me las paso componiendo ensayos, dilucidando los temas más cruciales de tu desarrollo; no hay un segundo del día, un paso en mi vida, en el no esté conciente de que todo esto que hago es para que tu entiendas quién debes ser.
CH: ¿Y en qué momento del día te preguntas quién quiere Chiquitita que tú seas?
YO: En ninguno. Eso es lo de menos. Cuando yo era como tú y nada sabia, no era asunto mío si se preguntaban los que eran como yo ahora qué quería yo entonces. Es más, ni siquiera me preguntaba si me preguntaba quién quería ser yo entonces. Lo era y ya.
CH: ¡Pero que persona más sabia!
YO: ¡Lo mismo digo!