viernes, 5 de junio de 2009

Blasones en ralentí o Memorias de un Caracol

Concha



Es igual de increíble
que tenga y que no tenga
alma esta vieja concha.

Es terrible arrastrarla,
(¡y a ambos pesos pesados!:
el que pesa en números
y el que pesa en pesar)

Pues: igual de increible
que tenga y no tenga
alma esta vieja concha.

La concha ríe y suena
y no suena la risa;

al viajar se desplaza
y no avanza la concha.

La concha hasta se muere,
se enmohese y púdrese,
y absoluta en su conchar
a la vez la ves conchar.

Arrancar hasta cansa
del lastre que se arrastra
calcáreo y dinámico;
pillarlo es imposible.

El chiste del Sísifo
estimula al Benny Hill
que es aun más patético
en lento que en rápido.




Babas



Estarás pronto llena de babas
pegotes en tu brazo.
Será ya ese tallo acuoso,
lábil desliz mío:
esa cascadita que cae de tu hombro será.

Estarás pronto llena de babas;
como yo,
que le debo a esa baba todo

Estarás pronto llena,
llena de babas.
Haré aparecer con mi baba tu brazo.

Si te toco el pelo al pasar resbalándome
y te manchas la sonrisa de babas,
seguiré tranquilo
adelante
cual baba mágica entre un mundo ausente,
entre un aire oscuro y difícil
de atravesar,
aunque se tenga tantísima baba.

Acarreo esta cocha que di en llamar mano,
y mi palma babosa esparzo
por los pelitos de tu brazo
que ya es real de lado;

y esto no es un juego,
y no se parece en nada
a haberlo ido dibujando ciego;

ahora veo y
no tropiezo al arrastrarme
¡Mira qué segura va la baba!
¡Qué buen descubrimiento!
Haberla descubierto.
Haberte descubierto
de la ignorancia de mi palma de planta de baba
bajo esa caricatura
de la ciega herramienta verdadera
que dimos en llamar mano,
concha,
carga pesada por ser lastre,
y simple hogar de la baba al final,
y de la memoria gruesa de tu brazo de lado al horizonte
que me hice para mí de baba y para verte.

Pero, ayer,
hube de tocarte.




Antenas



Para el lado obscuro de tu espaldita
-las dos margaritas de tu trascadera-
donde en el culo se prende la vela
de la vida de la espina terminal
(lugar vallenar)
anclaje de los sueños del amante;

para un emplazamiento así de nada
para la luz fuego luz de los ojos,
que enciende la mano dura del hombre,
amante y hombre,
las suaves antenas dactilópticas

que darán fe de la escena cenital
(única real para ese detalle
así captado
por la antena dactilóptica real)

La antena dactilóptica real fiel
un fiel mapa hará
de lo real –y real –del deseo.

¡Qué amor ni qué piel!
Si la antena lo tiene ya cubierto:

Piel, amor y piel.
¡Piel, amor y piel!